martes, 4 de noviembre de 2008

Moda calabaza

Mora Rodríguez Midón
Lara Schwieters

Caminando por el centro de la ciudad a fines de octubre observamos que algunas vidrieras comienzan a presentar un decorado temático referente a la fiesta de Halloween, celebrada el 31 de octubre. La tradición norteamericana –basada a su vez en las tradiciones celtas que datan del siglo VII llamado el “Día de Todos los Santos”- se hace presente en diferentes actividades fuertemente ligadas a la publicidad y al consumo.
Por esta época los vendedores de la zona céntrica como kioskos, tiendas de ropa, casas de disfraces y cotillón transforman afanosamente sus vidrieras en verdaderos altares al culto de Halloween.
“Vendemos disfraces y accesorios para fiestas de Halloween desde hace ocho años. Hace tres años empezó el furor, de 10 disfraces vendíamos dos y ahora de 15 vendemos todos. Antes sólo vendíamos a chicos que iban a institutos de inglés, ahora vendemos al público en general, gente grande, cumpleaños de quince que caen en esa fecha, a personas profesionales, por ejemplo del Colegio de Abogados, médicos, contadores. Aproximadamente para una fiesta de 70 personas un profesional puede gastar 500 pesos”, nos dijo el encargado del cotillón “Papitas”.
En tanto su vecina de cuadra, la dueña de la casa de disfraces “Mir Pol” nos comentó que “todos los años diseñamos y confeccionamos disfraces nuevos para Halloween. Nuestro público para esta fiesta son los chicos que van a inglés, es la única fiesta que hacen todos los institutos que enseñan el idioma. Después tenemos personas grandes que organizan fiestas privadas y cumpleaños. Alquilamos el disfraz por 24 horas. Un disfraz completo sale entre 25 y 100 pesos. Lo que más piden es el de bruja, la túnica, la máscara de la película Scream, los diablos para los hombres y las brujas para las mujeres”.
Los kioskos, por su parte, ven en esta fiesta una estrategia más para aumentar sus ventas. Es así que se pueden observar tanto negocios chicos como grandes totalmente tematizados, envueltos en telarañas y con calaveras sonrientes.
A ese ritmo, proliferan también las fiestas particulares basadas en esa temática, y hasta fiestas electrónicas que aprovechan la efeméride para incorporarle un condimento a la convocatoria.
En los institutos de inglés –sobre todo los que enseñan inglés americano- el festejo forma parte del año curricular. Lo utilizan como temática de la que se desprenden diferentes actividades, como lectura de textos y manualidades, tal es el casa del American Institut. “Nosotros lo tomamos como una ocasión para que los chicos se disfracen y hagamos juegos. Días antes trabajamos sobre la lengua pero haciendo referencia a la celebración, ya que leen textos en inglés, averiguan sobre las costumbres de la tradición pagana. Hacen algunas manualidades como farolitos, zapallos calados con caras y hacemos los juegos tradicionales”, explicó Cecilia Benassi, directora del instituto.
Asimismo indicó que surgieron algunas críticas por parte de los padres y por eso decidieron dejar de hacer los bailes con disfraces de terror. Desde su postura también reconoce que hay una imposición cada vez más fuerte que llega a través de los medios, “y no queremos sentirnos culpables de promover esas influencias de afuera, por eso tratamos de hacer algo sencillo, como fiesta de disfraces y juegos nomás”.
En First Step, la fiesta se organiza desde principios de los ’90 –el instituto abrió en 1989-. Su actual directora, Bárbara Olivilla, indicó que: “antes los chicos salían a repartir caramelos al centro porque la gente no conocía la fiesta, desde hace tres años sólo se disfrazan y hacemos juegos dentro del instituto. Los que están en segundo organizan e investigan acerca de los juegos, sobre los fundamentos del ritual no porque más o menos saben de qué se trata por las películas”, dijo.
Sobre el aspecto comercial explicó que “por todos lados se consiguen las golosinas temáticas que algunos se compran; y los disfraces les decimos que no alquilen, que traigan lo que tengan. Los más comunes son de bruja, Morticia para las nenas y Drácula, Frankestein o diablo para los varones. Todos se maquillan, se dibujan cicatrices, y eso es lo que más les gusta”.
En un Kiosko de San Lorenzo casi Catamarca el decorado estaba armado casi como una escenografía teatral. En base a las golosinas que vienen para la ocasión –no son muy accesibles ya que una calabaza de plástico tamaño pelota de fútbol con caramelos cuesta $ 18 y un fantasma chico sale $ 15- los repartidores de Arcor realizan concursos zonales y los quiosqueros colaboran con la causa, para ofrecer una vidriera llamativa.
Algunos metros más lejos, dos tiendas de ropa se suman a la temática con guirnaldas de calaveritas, escobas de bruja y arañas de plástico. Los maniquíes también se disfrazan de Scream, Drácula y brujas con caretas baratas.
Anti – Halloween
Mientras más fiestas se puedan celebrar, más productos podrán lanzarse al mercado, de esta manera todo tipo de festejo será bienvenido y promovido hasta el hartazgo.
Algunas miradas se oponen a esta fiesta importada por considerarla un ritual satánico encubierto como fiesta infantil. Desde la última semana de octubre en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales aparecieron en las paredes unos carteles contra esta celebración: http://hijobobo.blogspot.com/2007/11/halloween-no.html
Mientras tanto muchos son los que practican el juego de salir a la calle, golpear puertas y enunciar “dulce o truco”. Definitivamente truco, las calaveras y calabazas –cabezas vacías- te sonríen.

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