domingo, 26 de octubre de 2008

El Comedor como lugar de encuentro

Leandro Díaz
Anabel Marisol Giménez

El comedor universitario de la UNaM, ubicado en el Boulevard de la avenida Corrientes, brinda sus servicios a estudiantes de las facultades de Humanidades y de Ciencias Exactas; y también concurren algunos estudiantes de la facultad de Ciencias Económicas que viven en los alrededores el mismo.
En aquel lugar se pueden observar los más variados rituales; acciones comunes que se repiten constantemente, en lo cotidiano. Desde la psicología, son acciones que realiza una persona en un contexto dado sin tener otra razón de ser, sino la trama en la que se esté. Rituales que evolucionan día a día, y se inscriben en el imaginario colectivo.
El primer ritual ineludible para todos los beneficiarios del almuerzo es hacer la cola para esperar su turno. Ese turno es para la obtención de un ticket número que sirve como control para el comedor. La cola puede ser larga, y otras corta, pero depende de la concurrencia, algunos hablan de horarios, otros dicen que depende del día, pero todos tienen que esperar su turno. Ir hasta el final de la cola, frenar, y esperar avanzar de a pasos en aquella fila, donde no siempre hay una sola persona, a veces dos y hasta tres.
Hablando con un amigo, con un compañero, concurriendo solo o con alguien, todos se enfilan unos atrás de otros, y así llegan al comedor. No hay posibilidad para no mirar, hablar, tal vez fumar si todavía la cola está afuera. Es sin duda un mundo de rostros. Al llegar a la escalera más ancha, que separa los niveles de suelo, se está cada vez más cerca de tener el número para poder acceder a la bandeja. La última escalera, la más fina, lleva al estudiante a la oficina donde recibe el ticket y número. Todos pasan por allí. Reciben su bandeja, se van y se ubican en algún lugar.
Ya no comen en familia, sino solos, en público sí, pero sino concurren con algún compañero o amigo, comen solos. Y allí se ven con otros pares, personas de su misma edad, tal vez de su misma facultad; es sin duda un lugar de encuentro. Es una nueva experiencia para la mayoría: comer en público, y no en la privacidad privilegiada de sus hogares, con sus respectivas familias. El ritual de concurrir al comedor exige una adaptación de una manera de realizar las cosas: retirar un número, hacer una fila, retirar la bandeja con comida, y, por supuesto, buscar un lugar vacío para sentarse y poder comer. Ya no hay una comida familiar en sus casas, no hay servilletas, sino una bandeja, la comida, unos cubiertos, un pan y una fruta. Todo se ve organizado. Todo preparado para el aluvión de jóvenes que concurren diariamente.
El caso de Humanidades es particular. Pueden concurrir todos los alumnos que tengan la tarjeta/carnet de estudiante. El caso de Exactas es otro. Allí los alumnos tienen 600 becas para concurrir, pero solo el 20% lo hace, según el Secretario General de la Agrupación Franja Morada, que lleva adelante el Centro de Estudiantes de la FCEQyN. En algunos lugares sobra y en otros falta.
El encargado de entregar el ticket, ese hombre de bigotes, canoso y estatura normal que se lo encuentra al final de la última escalera, concluyó en que el comedor es un lugar donde más halla de venir a almorzar, los estudiantes vienen a encontrarse. “Llega un momento que tenemos que cerrar y todavía hay chicos que ya han comido pero se quedan hablando con sus amigos en las mesas. Hacen una sobremesa”, dijo.
Todo puede ocurrir en un lugar donde concurre mucha gente, donde se aglutinan varios rostros, donde todos realizan acciones colectivas inevitables. No es que a alguien nunca se le cayó la bandeja, ni que nadie se halla tropezado en la escalera, ni que nadie hubiera derramado un poco de agua al servirla. Todo puede ocurrir en un lugar donde concurre mucha gente sin embargo el comedor nunca dejará de ser un lugar donde el ritual de “comulgar con otro” no se haga presente.

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